sábado, 3 de marzo de 2012

¿De qué sirve quejarse y culpar a los demás?

¿Qué fin tiene quejarse de alguien o de algo? De nada sino ponemos de nuestra parte, pues sino intentamos mejorar eso que nos preocupa, todo será en vano.
No nos damos cuenta, pero nos pasamos la mayor parte de nuestro tiempo lamentándonos por cosas que a veces hasta resultan ser las mayores tonterías existentes. Y la verdad, es que hay de todo un poco, hay quienes se quejan de que su madre les ha comprado los pantalones más feos de la tienda, y no se dan cuenta de que existe gente que no tiene ni un trocito de tela para tapar su cuerpo; también ocurre con la comida, cuando no te gusta lo que te acaban de preparar, no se te ocurre otra cosa que decirle a la persona quien quizás se haya preocupado más de lo que imaginas en hacer bien el plato, que no te gusta o que quieres otra cosa, que vaya porquería y cosas semejantes, sin pensar que hay quienes darían lo más preciado por probar el sabor de dicho manjar. Dices lo primero que se te pasa por la cabeza, pudiendo comértelo por educación o simplemente cambiarlo por otra cosa, pero sin replicarle nada a nadie. Por ejemplo, otro caso es en un partido de fútbol, estás jugando con tu equipo y en un preciso momento te despistas, por lo que cuando te van a pasar el balón, no consigues retenerlo, y a continuación, ¿no se te ocurre nada mejor que decir que: es que me la ha pasado mal y por eso no he podido darle? Claro es más fácil culpar a alguien y no admitir tu error, pero con eso sólo te engañas a ti mismo. Otra situación en la que pasa algo parecido es cuando en un instante determinado tiras unos papeles que había sobre la encimera porque creías que eran para tirar, y resulta que eran muy importantes para tu padre, entonces para no llevarte la bronca, lo mejor es culpar a tu hermano ¿no?, eso es no saber aceptar tus fallos y esconderte de lo que te corresponde, dejar a sabiendas que culpen a otro por algo que tú mismo has hecho es vergonzoso.
Además, tengo que decir que hay quién sobrepasa unos límites, pues la persona que se queja de que la camisa que le acaban de planchar tiene una arruga, que ni siquiera se aprecia, o de que el móvil que le acaban de regalar tiene dos mega píxeles menos que el de su amiga, me parece alguien insolente que no piensa en nada que no sea él mismo y no sabe valorar lo que tiene ni a quienes tiene como debería.
Mi conclusión es que quejarte no te va a llevar siempre por el buen camino, sino que es el valor de corregirte lo que te va a ayudar a sentirte bien y a sacar provecho de las cosas, así como a tratar como merecen a aquellos que te rodean. No te quejes por todo y no culpes a nadie si sabes que no tiene nada que ver con lo que le acusas, porque esa persona siente, y en mi opinión a nadie le gusta que le inculpen de algo que no ha hecho. Piensa antes de abrir la boca para reclamar lo que sea, si vale la pena hacerlo y si sus consecuencias no van a molestar a nadie, y lo más importante crece como persona, pues aprender de tus errores te hará triunfar. Recuerda que tus actos te representan mejor que nada, todo depende de ellos.

Me he apoyado a lo largo de mi entrada en este fantástico vídeo del gran Pablo Neruda, compuesto por bellas palabras y soberbias frases como:

No te amargues de tus propios fracasos y se los cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño.





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