A lo largo de nuestra existencia pasamos por situaciones
prodigiosas, por momentos perfectos, ratos un tanto embarazosos o incluso, por
instantes que no nos gustaría recordar de ningún modo. Y hay veces en las que salimos
más triunfantes que en otras, mientras que hay ocasiones difíciles de manejar,
en las cuales algunos llegamos a un punto en las que no podemos reprimirnos más.
Imaginemos a una persona que está dando un paseo por la calle, y
de repente llega a un parque y oye gritos, se asoma, y ve como un hombre viola
a una mujer, éste la ve también y le pone un cuchillo en el cuello amenazándola
de muerte como comente algo de aquello con alguien. ¿Os imagináis el
sentimiento de la mujer que acaba de ser advertida de forma tan violenta? Eso, esa
imagen de un extraño a punto de quitarle la respiración y de un abuso injusto,
permanecerá en su mente, quiera o no, por lo menos durante un tiempo, pero a lo
que me refiero es que además de ello, tiene la responsabilidad de que no puede
decir nada, por su bien. Aver puede hacerlo, pero no se sabe cómo acabaría el
asunto si todo esto saliera a la luz.
O también, pensad en una chica que está enamorada de un chico,
pero él no le corresponde, está con alguien, pero un día, debido a unos u otros
motivos, hacen algo que no deben, se saltan lo correcto y se dejan llevar sin
pensar en lo que vendrá después. Y tras lo ocurrido él le pide que lo mantenga
en secreto, que calle eso que gritaría a los cuatro vientos por ser lo que
deseaba que ocurriera desde hace largo tiempo. Entonces ella no lo acepta, no
quiere silenciarlo, pero finalmente acaba cediendo a la petición del otro,
comprometiéndose a guardar silencio y sufrir por dentro al no poder relatar
nada.
Los dos casos anteriores son conocidos, para que negarlo, pero
como ellos hay muchísimos más: cuando alguien ve copiar a otro y no sabe que
hacer, si decirlo al profesor, callárselo o directamente hablar con él para que
deje de hacerlo; cuando alguien quiere decir lo que piensa a todo el mundo, o
lo que ha hecho o lo que sea de lo que se sienta orgulloso, pero de lo que lo
privan, o cuando alguien quiere mostrar su rabia por algo, por insultos, por
burlas, y quiere demostrar que sabe hacer algo más que quedarse quieto, pero
también sabe que si se mete en una pelea, no acabará bien ni él, ni con quien
la lleve acabo.
Lo que quiero hacer ver a la gente es que cada persona tiene un
límite, un aguante, el cuál si se sobrepasa puede tener consecuencias
irreversibles. A veces se les impone a cada uno una responsabilidad que pocos
son capaces de sobrellevar, no porque sean más débiles, si no porque no somos
de piedra, porque si nos dan, duele, al igual que si nos obligan a ocultar
algo, y nos presionan por ello, esa impotencia que nos corre por dentro no
siempre es capaz de permanecer en nuestro interior y no le queda otra que
manifestarse, salir fuera y expresarse así sin más. Esto ocurre porque cada
persona es como un globo, al igual que si tú lo hinchas demasiado, y le das más
aire del que puede llegar a contener, explota, si alguien tiene que soportar
demasiadas cosas, y guardárselo todo dentro, revienta.
(Federico Nietzsche, filósofo alemán).