domingo, 5 de febrero de 2012

¿Quien no ama nada puede ser feliz?


Una persona que no tenga un aprecio especial por algo, que no conozca el significado de necesitar o querer es insuficiente para alcanzar la esencial felicidad.
Un glotón necesita comida, ya sean dulces, bollos o golosinas, si los come es porque quiere, porque le gustan. Un millonario avaricioso ama su dinero, lo quiere tanto que eso le impide compartirlo, pero él es feliz así. Un competidor incesante ama el triunfo, lucha por él. Una compradora compulsiva ama las compras, al igual que un veterinario adora los animales o un gran lector los libros.
Hablo de sus requisitos, para poder amarlos, tienen que tener necesidad de ellos, y yo creo que así es. Tener necesidad de algo, te hace querelo, y acabas por amarlo, que es el superlativo de querer.
Como podéis deducir, nadie obliga al lector a leer, ni al goloso a comer, ni a la compradora a comprar, ni al competidor a competir, son sus necesidades propias.
A cada uno de nosotros nos hace feliz algo, desde el dinero hasta el cariño de un ser querido.  Alguien que ame a otra persona tiene la puerta de la felicidad abierta, sin embargo una persona que no ame nada ni a nadie, nunca conseguirá la llave, pues hasta la persona más solitaria debe amar algo, sino su felicidad será escasa, pues esta vida se basa en deseos, en querer, en propósitos, en disfrutar de lo que te hace feliz. Por lo que llego a la conclusión, de que cuando veo una sonrisa en la cara de alguien, puede ser porque tiene amor hacia algo. Veo la felicidad de un niño pequeño que corre a abrazar a su madre después de salir del colegio, por el hecho de que la quiere, de que la necesita. Admiro la felicidad de esa chica que sonríe después de que su pareja le haya dado un beso, porque lo quiere junto a ella. Me fijo en ese chico que lee todos los días el diario que le dejó su abuela antes de fallecer, y en lo feliz que le hace tener tan sólo ese recuerdo. Si os fijáis mis últimas reflexiones se deben al amor de personas no de bienes materiales, ni siquiera el último, porque ese diario representa a su abuela, es su regalo. Yo respeto que todo el mundo ame lo que quiera, pero me inclino por aquellos que aman a otros, por su cariño, por sus recuerdos, por sus detalles, y no por esos que ansían el dinero, la victoria, u otras cosas de menor importancia.

Me apoyo en las últimas palabras de este texto del filósofo francés Rousseau:

Es la debilidad del hombre lo que le hace sociable; son nuestras comunes miserias las que inclinan nuestros corazones a la humanidad; sino fuésemos hombres no le deberíamos nada. Todo apego es un signo de insuficiencia: si cada uno de nosotros no tuviese ninguna necesidad de los demás, ni siquiera pensaría en unirse a ellos. Así de nuestra misma deficiencia nace nuestra frágil dicha. Un ser verdaderamente feliz es un ser solitario: sólo Dios goza de una felicidad absoluta pero, ¿quién de nosotros tiene idea de una cosa semejante? Si alguien imperfecto pudiese bastarse a sí mismo, ¿de que gozaría, según nosotros? Estaría sólo, sería desdichado. Yo no concibo que quien no tiene necesidad de nada pueda amar algo: y no concibo que quien no ame nada pueda ser feliz."( Rousseau, Emilio).

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